domingo, 23 de noviembre de 2008

En el mundo de los adultos

Yo de chiquito siempre decía "¡no me caso ni a balas!!!".


Y heme aquí, 36 años, padre soltero, y extrañando la compañía femenina.


Por otro lado, siempre quise ser aviador o astronauta, pero por ver TV tan cerca terminé miope, y encima soy pésimo en las matemáticas.


Bueno, en lugar de eso, terminé siendo diseñador gráfico y dibujante, Fan a morir de los Transformers, y al menos mi imaginación vuela a lugares que ninguna nave espacial (terrestre o extraterrestre) podría llevarme jamás.


Lo que uno imagina de pequeño nunca se realiza en la vida adulta. Los sueños y metas que uno se propone siempre se tuercen hacia caminos inesperados, y el que no logra adaptarse al cambio... queda en el camino.


Las actitudes infantiles también quedan atrás. Un abrazo amistoso en la niñez es... un abrazo amistoso. El mismo abrazo en la adultez o es interés emocional... o acoso sexual. Y ni hablemos de la manera de pensar.... atrás queda la inocencia de decir exáctamente lo que uno piensa, pues si bien el problema de la incomprensión existe en toda edad, ahora ya no hay papito o mamita que te salve si el oyente de tu opinión se siente ofendido.

Un adulto desarrolla sutileza al hablar y al actuar. Uno bueno sigue diciendo lo que piensa, pero teniendo más cuidado al elegir el tono y las palabras, según la persona a la que se dirige. Un mentiroso desarrolla la estrategia de decir lo que otros quieren escuchar, y soltar las pestes en privado (a falta de papito... y de huevos para afrontar las consecuencias de sus actos).

¿Pero que pasa cuando el niño recién entra a este mundo adulto?

El perídodo de adaptación se da normalmente en la adolescencia, pero continúa en la juventud, hasta los 21 al menos. No, no existen verdaderos límites definidos, algunos madurarán a los 15, otros morirán completamente verdes, pero es usual que al rededor de los 21 la mayoría de personas alcancen la adultez de pensamiento, gracias a las experiencias de vida que van acumulando.

Pero en esas experiencias puede pasar de todo, desde las placenteras hasta las dolorosas, desde las divertidas hasta las frustrantes, y tal como aprendamos a adaptarnos al cambio, nuestra "madurez" será juzgada según los patrones de la sociedan en la que nos desenvolvemos.

Cuando un niño entra al mundo adulto, se encuentra con actitudes que le chocan, le desconciertan, pero principalmente, entra con la idea de que tras la pubertad y el término del colegio (es decir, el inicio de las salidas con los amigos y las fiestas), ya lo saben todo sobre la vida, que los demás son los equivocados, que nadie más que ellos salvo el mejor amigo (que sólo le dice lo que él quiere escuchar), nadie sabe absolutamente nada de lo que le puede estar pasando por la cabeza.

Por un lado, es cierto, nadie sabe lo que le pasa por la cabeza al vecino, pero por otro lado, con respecto a la vida misma, andan más perdidos que langostas en cocina francesa. Cualquier aviso o intento de ayuda que choque con lo que ellos ven, es tomado como represión o sensura. Ok, también es cierto que muchos adultos, aunque bien intencionados, equivocan la manera de ayudar al intentar imponerse o castigando, pero eso no quita que al fin y al cabo, algo de razón tengan.

El nuevo adulto, todo novato, entra en un mundo en el cual cada acción tiene una reacción sin filtro, es decir, ahora las consecuencias de sus actos les afectan directamente. El tiempo de ajuste tiende a ser largo, y en el camino quedan muchas personas bien intencionadas, pero que tuvieron la mala fortuna de no saber cómo llegar su mensaje de apoyo, y quedaron como los "malos" de la película. Cuando el nuevo adulto se convierte en adulto con pleno derecho, tiene después demasiada verguenza para recuperar aquellas amistades perdidas (ahora que las comprende)... o ya es demasiado tarde para muchas de ellas, pues la vida sigue su curso, alejándolos cuando se rompen los vínculos de la amistad.

Un niño en el mundo de los adultos se siente perdido, lo cual es normal, y depende de la educación de sus padres para desarrollar un criterio de selección en las personas que se convertirán en sus amigos, y también algo de caracter para no dejarse llevar por la presión social, que le obliga a hacer cosas que en realidad no quiere.

Algunos nunca dejan de ser niños en el fondo (les llamamos ingénuos), aunque se las arreglan para sobrevivir en la realidad, otros se van al otro extremo y se convierten en explotadores de los ingénuos, justificándose con que "así es la vida" y manipulándolos para obtener lo que quieren de ellos, y luego tirarlos como un papel usado. Afortunadamente, ambos casos son extremos y no muy comunes.

Lo que si es común, es que muchos se vuelvan unos amargados ante los desengaños de la adultez. El mundo que conocían reventó como la Death Star (víctimas incluídas, inocentes y culpables), y toman una actitud menospreciativa y ligeramente intolerante hacia otros nuevos niños entrando en el mundo de los adultos, creándoles a su vez, el mismo ambiente de alegrías y desengaños que los forjaron a ellos.

¿Algún día se romperá este círculo visioso? no, porque es parte de la vida misma, y templa nuestro caracter para hacernos personas mejores. Sólo necesitamos un poco de suerte para encontrar amigos de verdad, que nos dicen lo que tienen que decir, así no nos guste, que nos ayudarán a safarnos de los falsos amigos salameros que sólo viven a nuestra costa, y poner de nuestra parte para convertirnos en adultos razonáblemente felices, y ayudar a otros niños a entrar de la mejor manera, en el mundo real.

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